Recuerdo aquel amanecer doloroso cargado de alcohol en mi boca.
Aquella mujer se levantó de la cama de un salto, buscó su ropa con seguridad y se vistió con velocidad como consecuencia de su experiencia en estos temas. Se sentó al borde de la cama y estiró sus finas piernas. Introdujo con maña aquellas medias translúcidas que la habían acompañado junto con el vestido beige, ahora encajado en su cuerpo.
En aquel instante se giró, sonrió y sentenció: "esta ha sido la última noche. Me has perdido. No estoy hecha para ti".
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