Me llamaste modernilla rock'n roll y con eso complicaste toda la noche.
Te pedí un cigarro, y con mis finos labios rojos manché el filtro que anteriormente habías puesto al liarlo. Crucé mis piernas y señalé mis botas negras para justificarte que soy rockera, pero no me creíste, y para demostrarlo me subí al escenario, robé aquella Gibson roja de las manos de un bohemio y hablé con el batería. Poco después cantaba concentrada una canción, mientras mis dedos se deslizaban ágiles por aquella guitarra paciente. El bar comenzó a mirarme fijamente, y tú, sonreías para tus adentros.
Me habías provocado para que saliera al escenario... y yo sabía en todo momento que lo que te parecía más sexy de una mujer, era tocar la guitarra cantando.
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