martes, 2 de noviembre de 2010

Rutina.


Primero base, corrector y antiojeras. Después lápiz, sombras, eyeliner, rimmel y pintalabios. Una vez lista el pelo, liso, lacio y con flequillo hacia la izquierda. El vestido negro con la espalda al aire, las sandalias de tacón infinito, medias semitrasparantes y bolso con tachuelas.

Salgo de casa, camino con mis amigos. Cubatas, ron negrita, coca-cola. Faltan hielos, da igual, el ron es ron y a estas alturas entra. Hablo de rock'n roll, hablo de política aunque no me interesa. A lo lejos percibo una mirada que me observa, que mira mi cruce de piernas, mi forma de cambiar el peso de mi cuerpo, mis brazos y mis morritos cuando bailo la música que suena de un coche cercano.

Ahora estoy en la discoteca, él sigue observando, yo le guiño un ojo con mis pestañas infinitas. Bailo, sé que se me da bien y puedo permitir estirar mi cuello y levantar mi larga melena castaña. Se acerca de forma discreta, pero le veo. Baila. Los altavoces no dan más de si. Pum pum pum, que siga esa música por favor, juego con ventaja. Está más cerca, me susurra su nombre, pero lo ignoro, no me interesa. Observo sus labios, me gustan.




Me levanto, mi ropa huele a tabaco para variar. Cojo el albornoz verde y meto la ropa sucia en la lavadora.
En la nevera, una nota: "Gracias por nuestra décimocuarta vez de charlas hasta el amanecer. Te veo el próximo fin de semana para la decimoquinta. Siempre tuyo, Marc."

No hay comentarios:

Publicar un comentario