sábado, 4 de septiembre de 2010

Relato VIII.


Se despierta sobresaltado. Otra vez esa pesadilla. No quiere admitir su dolor, no lo dirá nunca. Él es fuerte, es apuesto, es joven, puede con el mundo y lo hará.
Un rayo cae cerca, ilumina la habitación.


Eva se despierta de golpe. El estruendo de aquel rayo agita sus ventanas. Asustada, se asoma debajo de la cama, levanta un trozo de parqué. Ahí está todo: la pulsera de cuero y plata y la fotografía en blanco y negro. Cierra su escondite, coge su móvil, un mechero y se apoya en el trozo de pared que da con un lateral de su gran cama. Enciende y apaga. Mira el teléfono. Enciende, marca el número de teléfono y corta de golpe.


El teléfono vibra. Suena aquella melodía de los Dire Straits. Es Eva, duda, cierra el teléfono y mira por la ventana. Llueve con fuerza. No sabe qué hacer.


Eva se tumba, cierra los ojos, el teléfono vibra. Es él. Sonríe.
Se siente como una noche de confidencias, unidos de madrugada por un mismo sentimiento.

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