viernes, 10 de septiembre de 2010

Odio.


Llegó, furiosa, con los ojos vidriosos y los puños temblando. Pisaba tan fuerte el suelo que sus pasos hacían surcos de los cuales se podía apreciar polvo en suspensión.

Levantó la mano. Apuntó mi frente con su largo dedo índice y su uña multicolor. Agachó la cabeza, respiró -aunque en ese momento consideré que era un suspiro- y al fin pude ver sus ojos: rabia teñida de ese verde vivo de sus iris.

Movió su boca haciendo rechinar los dientes, se mordió el labio y suavemente dijo: "Eres un puto cabrón."

Bajó la mano, se dio la vuelta y empezó a andar a paso rápido, pero de repente se paró. Giró la cabeza y como si de una escena de una película se tratara, sentenció el momento:
"Te quiero, y por eso no quiero que me vuelvas a hablar."





Demando paz.

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