lunes, 31 de octubre de 2016

Desde la cama


Corazón palpitando. Mucho más fuerte de lo que debería. No son horas, debería estar desperezándome lentamente de la cama. No agarrotada de pies a cabeza. No quiero salir de la cama, aquí, estoy segura, nadie gruñe, no me enfrento a nada. ¿Es cobarde? Sí, pero aquí puedo dejar volar mi imaginación, llorar, sonreír… aquí puedo dominar mi mundo. El problema es cuando das dos pasos, cuando toca rozar conversaciones y sonreír fuertemente porque así se supone que estoy mejor.

El mundo es mi cama y salir es explorar una galaxia con millones de variables que no me interesan analizar ni intentar comprender. Simplemente, porque no me interesan. Me interesa el libro, el sonido de las hojas, notar como cada músculo de mi cuerpo está vivo y le duele el estiramiento. Pero no, no me saques de ahí.

No entiendo la razón del refugio improvisado que he montado. Con lo grande que es el mundo… Solo hay algo que creo que tiene algo de razón. Y es una imposición que sale de alguno de los pocos lugares en los que debo de tener fuerza: sal de la cama. No te puedes quedar.


Maldita responsabilidad, haciendo de las suyas cuando incluso quiero ser rebelde…

lunes, 3 de octubre de 2016

La chica con el corazón en el puño


En un día un poco caluroso para las fechas que correspondían nació una niña con una sonrisa en la cara. Su corazón era fuerte y enérgico, pero los médicos sabían que había nacido con fecha de caducidad. Es por eso, que le pusieron otro corazón.

Quizás porque se trataba de un caso extraordinario los médicos no fueron conscientes que aunque podría sobrevivir a las tempestades, llevaría consigo otras consecuencias. La primera fue el cuidarse. Por mucho que no protegiera el corazón expuesto, esté llevaba peor todo, los cambios de tiempo, el ejercicio, etc. Con el paso de tiempo la niña fue descubriendo las formas de solventar el frío, los saltos y muchas caídas. Para eso estaba la vida, ¿no? Para enfrentarse, madurar, y hacerse fuerte o preventivo. Pero ese no fue el mayor de sus preocupaciones, lo que en un principio parecía locura transitoria se fue magnificando. Todo el mundo prestaba atención al pobre corazón exterior, pero se habían olvidado del interior. Resulta, que la niña se sentía diferente. Los libros le emocionaban, una canción era capaz de llevarle a sitios donde nadie podía pensar, vivía las emociones de otros como si fueran suyas y caía rendida a la tristeza de forma severa. Los médicos lo llamaron depresión, le dieron pastillas, pero ella seguía emocionada con una guitarra suave. Su corazón interior temblaba con las muestras de cariño, eran su droga, pero al mismo tiempo que las recibía, se sumía en la más profunda oscuridad incomprendida.

¿Es que nadie entendía su visión? Lo que ella llamaba locura transitoria nadie era capaz de sentirla la mitad de lo que veía. Solo, cuando gritaba de dolor porque lo sentía, sabía que exponía un ejemplo de lo que le sucedía. Ella miraba su corazón interior, sabía que algo era diferente al resto, sabía que, a pesar de lo afortunada que era de tener dos corazones, algo no cuadraba.

El corazón interior, no es que tuviera fecha de caducidad, es que era sensible. El corazón exterior estaba para evitar que el interior, que tendía a los sentimientos más puros, se autodestruyera ante tanta intensidad. 


El mundo no está hecho para sensibles solitarios. Éstos, necesitan siempre ayuda de otros. Y los médicos de aquella clínica, sabía lo que tenían entre manos.