domingo, 20 de marzo de 2016

La (auto)búsqueda de Liz


Hacía años que Liz no salía de casa. Envuelta entre sus fotografías de antaño, buscaba la explicación del fracaso de su aventura y la pérdida de aquello que había considerado lo más importante en su vida: sus amigos. Hace 11 años fue capaz de enfrentarse a mil aventuras, recopilar cuadros por todo el mundo acompañada de valientes y nobles escuderos, que le habían apoyado en la aventura.

Ahora, sentada en la misma silla en la que Will y Andrés le habían arrastrado a volar al cementerio de Montparnasse se agarraba el pelo con frustación y recorría con sus largos dedos las cervicales hasta el tatuaje de su espalda. Claro que su vida había cambiado, que la gente había escogido su propio camino pero... ¿ella no podía volver a viajar? O por lo menos recuperar viejas costumbres con las que podía volver a disfrutar.

11 años de parón eran demasiado quizás, pero eso no impedía que volvieran nuevos compañeros, nuevas formas de ver el mundo y nuevas experiencias que escribir lentamente en este viejo recopilatorio.

Al fin y al cabo, Liz nunca dejó de soñar.