viernes, 31 de diciembre de 2010

Poner nombre a las entradas a veces me parece un poco absurdo.


Miles de palabras he pensado para la típica entrada de fin de año... He pensado y pensado y el cerebro se me ha quedado seco, por lo que he llegado a la conclusión que rememorar todos los momentos tanto buenos como malos de este año es una tontería, cada uno sabe lo que he hecho, lo que he dejado de hacer, mis aventuras y desventuras. Una lista de todo lo que ha ocurrido sería imposible, o por lo menos, haría la peor entrada del año con tanto simbolismo.

Ante esta nostalgia que me invade en estas fechas con buena música en mis oídos (Une Année Sans Lumière - Arcade Fire), brindo (con mi cerveza Guiness) por aquellos que siguen y seguirán un año más, por los que estaban y han crecido en diferentes aventuras, por los que no existían y han tenido la desgracia de toparse conmigo en el espacio/tiempo, por los que estaban y no estarán por malentendidos, por los que vendrán en un futuro pisando fuerte... pero sobre todo por aquellos que no están. Porque me acuerdo de ellos, porque los echo de menos, porque es raro que no estén.




Y a modo personal:
Por un 2011 lleno de aventuras (y conciertos, y reencuentros, y festivales de cine chico, y orientación, y besos, y abrazos y charlas, y sonrisas, y cortos, y producciones alocadas por la facultad, y cervezas, y fotos, y entradas de blog decentes, y peleas de almohadas, y de compras, y de...).

miércoles, 29 de diciembre de 2010

martes, 28 de diciembre de 2010

Historias de conciertos (I)


Es de noche. Las guitarras truenan a través de esos magníficos altavoces colgados en las alturas del escenario. La gente aplaude. Melenas de todos los colores se enredan en el aire. Zapatillas golpean el suelo que cede levemente ante tanta gente bailando. La cerveza vuela por los aires. Palmas. Gritos. Silbidos. Cánticos eternos al rock'n roll más profundo y salvaje.

Tú y yo. El baño. Música.
Esto es la ostia.


domingo, 26 de diciembre de 2010

Modernilla rock'n roll.


Me llamaste modernilla rock'n roll y con eso complicaste toda la noche.

Te pedí un cigarro, y con mis finos labios rojos manché el filtro que anteriormente habías puesto al liarlo. Crucé mis piernas y señalé mis botas negras para justificarte que soy rockera, pero no me creíste, y para demostrarlo me subí al escenario, robé aquella Gibson roja de las manos de un bohemio y hablé con el batería. Poco después cantaba concentrada una canción, mientras mis dedos se deslizaban ágiles por aquella guitarra paciente. El bar comenzó a mirarme fijamente, y tú, sonreías para tus adentros.

Me habías provocado para que saliera al escenario... y yo sabía en todo momento que lo que te parecía más sexy de una mujer, era tocar la guitarra cantando.

martes, 21 de diciembre de 2010

No existe.


Las lágrimas fluyeron aun más rápido cuando aquel señor de capa y gorro de mafioso se acercó a aquel niño pequeño de ojos castaños y puso la mano sobre la cabeza diciendo: "su corazón dejó de latir. Ya no existe".

lunes, 20 de diciembre de 2010

El chico que tocaba la guitarra (I)


La verdad es que no existen atractivos chicos con camiseta de cuadros tocando la guitarra (acústica preferiblemente) en el alféizar de su ventana mientras paseas fumando para quitarte todas las nubes negras que últimamente pueblan tu cabeza.

Odio las pelis.


sábado, 18 de diciembre de 2010

Negar medias-verdades es mentir.


No me niegues que observar las palomas volando en el cielo, contemplar los tejados de otra ciudad y despertar con un suave ronroneo hace que tu pequeño corazón lata más fuerte y sientas tranquilidad.

No me lo niegues... o... te hago cosquillas.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Un día cualquiera.

Está todo en mi cabeza, con su banda sonora inclusive.

Te imagino tranquilo, abriendo la puerta de la biblioteca de par en par y asustando a aquellos que van a entrar por esa felicidad tan exultante que se contradice con unas manos en tus pantalones ligeramente y perfectamente caídos. La música acompaña tus oídos y tu gorro invernal de color verde oscuro tapa parte de tu revoltoso pelo que hoy, para variar, no quiso colocarse donde debía.

Sonreirás al verme sentada en aquellos bancos grises al tiempo que muevo los dedos como si estuviera tocando un piano de cola negro. No podrás reprimir esos abrazos que tan extrañamente brotan de tus emociones y aun menos los dos sonoros besos que dicen chus chus.

Bailarás sobre tus vans negras para hacerme sonreír y cogerás mis manos para que se calienten en estos días fríos de invierno. Me empujarás en algún momento para que comience con el pique y cuando responda saldrás correteando por la acera de la Avenida Complutense sabiendo que mi velocidad y mi torpeza no podrán alcanzarte.

Llegaremos al metro que tanto conocemos, irás en dirección contraria y desde el otro andén escribirás las horas que quedan para vernos mañana en tu mano con un rotulador negro.

Conseguirás lo que estabas buscando: mi sonrisa.

martes, 7 de diciembre de 2010

Espero.


Aquella estatua de Rodin hacía que me sintiera como en casa, como si todo lo que hice mal se quedara atrás y nunca volviese a salir. Pero sé que no es así, y que lo más probable es que todo lo que no debí hacer, volviera en forma de maremoto.



Escrito en el Cosmocaixa Madrid a las 11.17 del 7 de Diciembre del 2010.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Dos dedos.


Era una vez dos dedos diferentes. Uno del sur, otro del norte, uno moreno, otro rubio, uno largo, otro corto, uno arrugado, otro liso. Eran dos dedos diferentes que llevaban bufandas gordas al cuello. Eran dos dedos diferentes con diferentes historias. Eran dos dedos diferentes que no tenían bien colocada la cabeza y por ello no eran del todo felices.

Para ello cada dedo colaboró uno con el otro a su manera. Uno hablando y otro gastando bromas, otro comentando y otro opinando. Un dedo dejó de sonreír, y el otro dedo le pinto una sonrisa en el índice, paran que al señalar mostrara sus dientes. En cambio, al otro dedo se le partió el corazón y para ello le pintó dos sonrisas valientes que se querían sólo con la mirada.

Era una vez dos dedos diferentes, era una vez dos dedos musicales, era una vez dos dedos guays a los que le gustaban los suéter de los años 80.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Paz interior.


La paz interior es tan subjetiva, que para uno es contemplar un mar en tempestad, otro es ir al cine, otro es tocar la guitarra y otro empanarse viendo al que toca la guitarra. En mi caso mi paz interior se manifiesta cuando mi mirada es un conjunto de emociones que transmiten calidez y en una sonrisa sincera simulada en muchos casos por el teclado de mi ordenador.

Siento confesarte apreciado amigo que tu eres mi paz interior y para intrigarte, no voy a contarte la causa. Mira esta magnífica cara, y ven a pegarme si quieres (y te atreves).



(ja!)